Desaparecido

Desaparecido

Por Ignacio Fuentes

 

Cuando me contaron lo que estaba sucediendo no les creí . . .
-Te juro que ya pregunté a todos y nadie sabe qué pasó. Dijo Martín, mirando al grupo.
-Pero no es posible, alguien debe de saber algo, estas cosas no pasan así nada más . . . Se adelanta a responder Octavio mientras fuma con rostro de preocupación.
María, desesperada interviene: – ¡Pues yo no pienso quedarme cruzada de brazos! ¿Quién me acompaña?
-Calma tus ímpetus, chamaca, primero debemos tener un plan. Le espeta Octavio intentando serenarla.
Martín dice desde el otro lado de la habitación: -A ver, vamos a repasar los hechos.
-¿Cuáles hechos? Dice María, -Solo sabemos que salió de su casa en la noche y desapareció, nadie sabe ni vio nada ni lo han vuelto a ver.
Yo, les dije: – ¿Pero de qué o quién hablan, cual es el rollo que traen? Los veo ahí todos compungidos, pero no les entiendo nada…
-A ver, sentémonos un poco a organizar nuestra mente y tratar de definir este asunto que los trae todos locos y veremos entre todos que hacer.
Entra Juan al cuarto y les dice apurado: – ¿Ya se enteraron? ¿Alguien sabe algo?
Martín le indica con el dedo que se siente en un borde vacío de la cama y le dice:
-Lo mismo que tú, y que todos. Comenta haciendo un gesto de un vago círculo mientras tartamudea. -Su su pongo.
-Bueno, analicemos, su celular está en grabadora, o fuera de rango, o apagado . . . Dice Octavio.
-En su casa solo dicen que salió normal, sin maletas o algo, no se llevó nada. Aclara María.
-Debe estar de parranda, no hay bronca, jeje, ya aparecerá todo pedo y con sífilis, jajaja. Opina Martín y la broma relaja un poco a todos.
-La policía dice que, aunque hayan pasado ya siete días, no significa que sea algo malo. Dice Octavio.
Alzo los brazos y les digo: -Pues con tanto misterio y alboroto que se traen, ¿Quién va a entenderles?
María dice: – Si nos atenemos a la policía, estamos fritos, esos cuates son burócratas y están a la ley del mínimo esfuerzo . . . ¡En caliente, vamos a la calle a buscar! . . .
Octavio le interroga burlón –A buscar ¿Dónde?, ¿debajo de las mesas de los antros?
Le interrumpe María: – ¡Pues cualquier cosa es mejor, en vez de estar aquí como ostras perdiendo el tiempo! ¿Quién me sigue?
Todos se levantan de sus asientos mirándose unos a otros mientras María visiblemente enojada y determinada se dirige a la puerta. Yo, aunque confundido, los sigo también.
-A ver, ya díganme que pasó, ¿A dónde vamos? Les pregunto, pero cada uno está inmerso en sus cavilaciones siguiendo a María que va varios pasos adelante hablando por su celular en tono molesto.
Me adelanto a esperar a que María termine su llamada para poder preguntarle.
Cada quien en su mundo . . . Los veía como en una pantalla, como locos de una delirante obra teatral surrealista deambulando, como errantes fantasmas envueltos en su propia niebla . . .
En realidad, yo estaba ahí pero no me hacían caso . . . no podían verme ni oírme.
Comprendí que estábamos como en un holograma donde yo podía entrar y moverme, pero al mismo tiempo era invisible para ellos.
Yo estaba ahí pero no podía tocarlos . . .
Yo estaba con ellos, pero seguía estando aquí, en el fondo de algún oscuro lugar.
Decidí salir de ahí, escalando por los tenues, casi imperceptibles rayos de luz de un farol hacia la entrada . . . Había algo más, algo brillante como una puerta abierta, cegadoramente brillante, tan fuerte que borraba mi memoria con su destello . . .

 

Creí escucharlos gritar mi nombre a lo lejos, alumbrándose con linternas . . .

 

Recordé a mi familia y a mi novia, que debían estar preocupados por mí. Mi memoria se suaviza, se diluye en esa luz, como deslavándose.

 

Curiosamente me sentía libre, sin sufrimiento ni angustia . . .

 

Vi mis manos y eran transparentes . . .

 

Volteé hacia abajo y ahí estaba . . .

 

mi cuerpo

 

en el fondo de ese profundo pozo

 

donde caí.

.

.

.

 

 

© Ignacio Fuentes (Cuento e Ilustraciones)

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