El Tío Malo. Inquietante relato de Ignacio Fuentes que le dejará pensando

El Tío Malo

Entró con las manos temblando, difícilmente pudo abrir la puerta, dando tumbos caminó y se desplomó en el sofá ante el espanto de todos, se veía mal el tío, a pesar de no ser una persona mayor, se veía demacrado, pálido y sudaba, parecía 30 años más viejo . . .

­Ya era tarde, la luz dura de los focos de la sala bañaba todo de un tono amarilloso desagradable, corrieron hacia donde estaba el tío preguntándole si estaba bien, que qué le había pasado, con la voz entrecortada por su falta de respiración dijo: —¡Malditos rateros, se subieron a la combi y nos quitaron nuestras cosas, malditos infelices!

La tía regresó de la cocina con un bolillo untado con algo grasoso y azúcar espolvoreada encima, y un jarro de té de hojas y se lo dio al tío, su hija menor le quitó los zapatos y le llevó una cobija, todos se sintieron más relajados al ver que sólo le habían hecho un corte en el brazo que rompió su camisa y la sangre se veía más aparatosa de lo que la herida podía ser. —Afortunadamente pude “Meter el brazo” dijo el tío.

En eso llegó su sobrino, que había sido adoptado como su hijo mayor desde que un accidente lo dejó huérfano, un muchachón de unos 20 años que llegaba de un trabajo que tenía en una bodega —¿¡¡¡Qué te pasó papá!!!??? Dijo mientras tiraba su mochila bacpaquera al suelo y se arrodillaba junto al herido. Todos los presentes lo calmaron, lo pusieron al tanto y todos estuvieron de acuerdo en que afortunadamente no había nada grave que lamentar.

Más para aliviar la tensión que para resolver lo sucedido, surgió la plática: —Esos pinches ratas si están jodidos, por unos cuantos míseros pesos y un celular barato se arriesgan a que alguien armado los ande borrando del mapa. Dijo el muchacho. La sobrina agregó —Pinches cobardes, está bien que el desempleo ha aumentado desde la pandemia, pero no hay que fregar al pobre. La tía dijo. —El gobierno no hace nada contra la delincuencia, ni tampoco por generar más empleo, estamos entre la espada y la pared. —Cierto, y colmo, eso de abrazos y no balazos parece un pretexto para no enfrentar la delincuencia, no sé para qué tanto policía entonces. Espetó el tío ya más calmado, pero sin dejar de temblar.

La noche se hizo vieja en sus reflexiones , la televisión parecía una caja loca histérica que hablaba sola dando noticias de lo peligrosa que es la pandemia y la gran cantidad de muertos que se formaban ese día haciendo fila en la cola de la estadística.  —Alguien tiene que hacer algo. Dijo el jovenazo —Esto no puede seguir así . . . estamos jodidos y olvidados . . . continuó mascullando con rencor mientras se incorporaba del lado del tío y se dirigía a sentarse a la mesa junto con los demás, con la humilde cena ya servida por las mujeres. —Tío, ¿que más le llevo para que cene? El tío se veía agotado por la impresión, sólo dijo: —Ya con esto, Felipe, alzando un poco su jarro de té. Gracias. —Lo que quiero es dormir.—

El jovenazo se alzó de hombros y se despidió para ir también a descansar.

Al día siguiente el sobrino escuchó muy temprano que la tía le decía al tío: —No vayas a trabajar, si te sientes mal, hablo a tu trabajo y te reporto, descansa por hoy.

—¿Cómo se siente tío? Entró al cuarto y le preguntó. —Bien, me duele todo el cuerpo, yo creo es sólo la impresión, me voy a quedar de huevón hoy aquí, dice tu tía.

—Tá bien tío, se merece además un descansito, ya vé, en la fábrica ni vacaciones le dan . . . —Bueno, Me voy a la escuela, deaí me paso a la chamba, si se ofrece algo, me llaman. —Dios lo bendiga.
—Igual a ti, Respondío el tío.

Casi terminando el turno en la bodega, la tía llorando le llamó al sobrino: —Felipe, tu tío está muy malo, lo traje al hospital, al parecer le detectaron diabetes . . . están tratando de estabilizarlo. El muchacho respondía bastante molesto: —¡Ah, que caray! Debe haber sido por el susto y el coraje… malditos ratas, cómo los odio… Uno también está jodido, pero no anda haciendo esas chingaderas. —­Tu dime que hago tía, si quieres pido permiso de salir temprano y te alcanzo allá. La tía le contesta: —Si, yo te aviso luego, porque falta que me den el informe en 2 horas, pero estate atento a tu teléfono. —Si, tía, no te preocupes. Responde el sobrino —Ya verás que mi tío rápido se compone, él es correoso. Tu dime y te llevo algo de comer o paso por unas cobijas, y ya vemos si hay que quedarse en la noche a estar al pendiente allá.

Las luces de los postes y las casas se iban encendiendo junto con las estrellas que empezaban a aparecer en el firmamento mientras el sobrino caminaba por las calles descuidadas de su humilde barrio. Un grupito de jóvenes estaba en la esquina de siempre y al ver pasar a Felipe lo llamaron: ¡Hey, Felipe! ¡Vente a echar una Guama con nosotros!, pero Felipe les respondió: —Gracias banda, pero ya saben cómo han estado las cosas, Ahorita mejor llego al cantón a ver si ya dieron de alta al tío malo. Dijeron sus amigos: —Ora, Vá carnalito, cualquier paro, ya sabes, bandita . . .

Felipe reflexionaba: —Cuando el gobierno no te responde, ¿qué te queda como ciudadano? Los políticos, empresarios y religiosos viven a cuerpo de rey sin producir nada, toman el dinero de la gente y se lo gastan en sus lujos. Pero al pueblo lo tienen muerto de hambre, ignorante y en las manos del hampa… Como una calavera, siempre sonriente, pero siempre desposeída de todo… Y lo peor, es que los sindicatos se crearon tan mala fama, que ahora los trabajadores no quieren formar organizaciones para poder defenderse de las injusticias… Pero ¿qué otra hay? Seguir luchando, si por los jefes fuera, te tendrían trabajando todo el día y te volvían a quitar lo que te dieron, como en las tiendas de raya…

El tío regresó a su casa ya más recuperado. —Vamos a organizarnos para tus medicamentos y para esa herida del brazo que se te está infectando. Dijo la tía. —Si, mujer no te preocupes, ahí tengo un guardadito que era para cuando los quince de la Rosita, La tía responde: —Ay, pero mi amor, eso no lo toquemos, mejor vemos cómo conseguimos algo, empeñamos la tele, pero ya luego la sacamos . . . El tío asiente y dice: — Y mientras con las medicinas que nos dieron gratis en el hospital, la cosa es anotar en las cajitas a qué hora toca cada pastilla e inyección para que no se pase la toma.

—Es una pesadilla eso de ir al hospital, están bien saturados . . . de por sí te tratan como si te estuvieran haciendo un favor, y ahora con lo de la pandemia, pues no se diga, si no tienes el virus, casi te quieren mandar de regreso para que no les quites tiempo . . . Dijo la tía a Rosita. —Si amá, pero a los políticos hasta a domicilio los atienden médicos de clínicas de lujo . . . Si, No se vale. Respondió a Rosita la tía.

Indiscreta la luna cacariza se asomaba por la cortina a medio correr de la sala de la modesta vivienda, el aire era pesado y la música del radio con el volumen disminuido se escuchaba como lejanos lamentos ininteligibles, deslucida y pálida como un dibujo que alguien olvidó en la lluvia . Todos estaban preocupados porque el tío se sentía peor, además, ya era de noche y el jovenazo no regresaba de su trabajo y no respondía las llamadas. En eso, el teléfono de la tía sonó y todos en la casa se alarmaron por su reacción . . . —¡Nooo, no puede ser!!!  ¡¿Pero cómo . . . ??!  gritó la tía mientras sollozaba. El tío le gritó: —¿¡Qué pasa mujer!?  Ella seguía absorta en la llamada . . . —¡Menos mal, qué bueno! Cortó la llamada: —Que acuchillaron a Felipe, que lo asaltaron en la combi . . . le picaron en la panza . . . que está en la Cruz Roja . . . Nada muy grave en realidad . . . Menos mal que está reaccionando bien . . . ya lo cosieron y ya se está recuperando . . .

—Los pinches malditos ratas, dejados de la mano de Dios . . .  Dijo el tío apretando los dientes y los puños con la furia que le permitía su delicado estado expresar.  —¡Vamos a verlo al hospital!—. Mientras se incorporaba cayendo casi de inmediato al suelo como un muñeco de trapo. —¡¡¡Viejo, qué te pasa, no te levantes!!! Todavía estás muy débil . . . Le dijo apurada la mujer. —Yo voy a verlo, que se quede Rosa a atenderte— dijo mientras señalaba a la chiquilla de unos 12 años que estaba en un rincón impávida.

Para cuando dieron de alta a Felipe, el tío estaba muy grave, ahora con Covid agregado a sus padecimientos, como no había cupo en los hospitales, le decían que podía tener respirador en casa. —Rosita, ayúdame mi amor, Dijo la tía —Vamos haciendo unas paredes con estos rollos de plástico, los pegamos con cinta canela de arriba a abajo, ya terminando sanitizamos todo con alcohol y echamos ropa y cosas a lavar y nos bañamos, nenita… —Si amá, responde la chiquilla. Al jovenazo lo pusieron en el cuarto más apartado, en el rincón, también separado por cortinas plásticas para que pudiera recuperarse sin riesgo de contraer el virus.

Un par de días transcurrieron lentos, ásperos como una lija gruesa en cámara ultralenta pasando por la superficie de la madera haciendo sonidos roncos mientras va sacando viruta y polvo que se queda suspendido apenas moviéndose y enturbia el aire casi totalmente quieto. —Los putos desgraciados de la bodega no me quieren recibir. Dijo Felipe. —Dicen que hasta que me mejore . . . que no quieren broncas con las autoridades, pero qué culeros . . . no me dan seguro social, ni médico, ni incapacidades y nomás me depositaron quinientos pesos esta semana . . . Y ahora ponen de pretexto que puedo ser asintomático porque el tío está malo. Y todavía no me toca vacuna, lo peor es que esas dizque vacunas son experimentales y nadie garantiza que funcionen . . . Completó Felipe mientras se aplicaba alcohol en las puntadas de la sutura del abdomen.

—El tío sigue malo, pero ya va un poco mejor de salud, menos mal . . . dijo Felipe. Mientras Rosa, la chiquilla se quejaba con sus amiguitas en el celular: —No puedo ir a la escuela, no las puedo ver a ustedes, no puedo salir, y ahora hasta dentro de la casa estamos aislados dentro de lo aislado . . . ¿Qué va a pasar, nos quieren tener como capullos de mariposa y con el hocico tapado y calladitas nos vemos más bonitas . . .???

Al día siguiente, la tía entró al cuarto de Felipe y le dijo: —Tu tío está malo, pero primero Dios ya va de salida, nomás cuidarlo bien . . . Te manda este celular que era de él, ya que el tuyo te lo robaron. Ya está sanitizado, no te preocupes. —Además él todavía tiene uno viejito que estaba queriendo vender. Ahora sin el respirador, pues ya se pueden comunicar por celular desde la misma casa, jeje. Dijo la mujer sonriendo por lo absurdo y cómico de la situación.

Cuando Felipe le habló al tío, ambos se sintieron reconfortados de poder platicar sin riesgo y sin tener que gritarse de un lado a otro de la humilde casita. Fue inevitable que tocaran el tema de los asaltantes de las combis. —Esos desgraciados ni el Covid los para—. Dijo Felipe. —¡Me acabas de dar una magnífica idea, sobrino!, ya verás como si . . . le respondió el tío con su voz aún débil y rasposa.

Más tarde, la sobrina le llegó extendiendo el brazo con un paquetito de plástico a Felipe. —Dice mi papá que no lo vayas a abrir, que así como está sellado lo dejes, que él te va a decir luego para qué es. Ai me cuentas . . .  —¡Sale Rosina primina, gracias! Le dijo Felipe a la chiquilla. Sonó su celular y el tío le dijo: —Ahora que ya vas a regresar a la chamba, te llevas tu celular metido en el sobaco, y en la mochila te llevas el paquete especial que te mandé, se le alcanza a ver que es un celular algo viejo, y encima tiene un billete de doscientos y una bolsita con algo más, con algo que era líquido, algo verdoso y espeso y ahora es una sustancia casi invisible. No lo abras, es para las ratas . . . Ya estoy preparando otros cuantos, jejeje. —Dijo el “Tío Malo”.

Para colmo de males, como es común en ciertos rumbos desatendidos de las autoridades y hasta con delincuencia perdonada por jueces vendidos y ordeñada por agentes y policías corruptos, donde la vida cotidiana es como inscribirse obligatoriamente en la ruleta rusa donde ya sólo es cuestión de tiempo para que la suerte torcida te señale con su deforme índice. Felipe padece otro asalto armado en transporte público, esta vez sin mayores consecuencias que ser despojado de sus posesiones, junto con ellas, el paquete que preparó el “Tío Malo”.

Días después, en el noticiero decían: —Semáforo Rojo en la zona roja de la ciudad. Es imparable la cadena de contagios en los barrios del centro, en especial en el área conocida como “El tianguis de chueco” donde los rateros llevan a vender lo que roban en sus asaltos.

 

©Ignacio Fuentes Sáenz

 

#CananeaTV   #PorqueLaLuchaSigue

 

Visitas: 9172
Hoy:  2
Global:  2116699