Aquel compromiso de campaña que sigue pendiente
Fue anunciado el 10 de abril de 2018, en Zacatecas, por parte AMLO ante las organizaciones campesinas cuando se refirió a la dependencia alimentaria y sostuvo: “…vamos a impulsar las actividades productivas del campo (…) ya no vamos a comprar en el extranjero, vamos a producir en México todo lo que consumimos. (…) la propiedad social de México es muy fuerte, muy rica, muy poderosa”; un compromiso que no debe diluirse ante la falta de contundencia del Plan Sectorial de la SADER
La Carta Robada
Por Emilio López Gámez(*)
Especial para Cananea TV
Sin duda existen procesos que llaman la atención en el día a día (por ejemplo la pelea por el presupuesto, que se dio hace días) en tanto que aquellos procesos profundos de la 4T que podrían traer cambios estructurales rurales, podrían irse diluyendo en la medida en que no los pongamos permanentemente en la mirada de los mexicanos.
¿Cuál es ese cambio estructural rural? Ese cambio fue anunciado el 10 de abril de 2018 por parte de AMLO ante las organizaciones campesinas cuando se refirió a la dependencia alimentaria y sostuvo que: “…vamos a impulsar las actividades productivas del campo (…) ya no vamos a comprar en el extranjero, vamos a producir en México todo lo que consumimos.(…) la propiedad social de México es muy fuerte, muy rica, muy poderosa; (…)No hay soberanía alimentaria por eso va a cambiar la política económica (…) vamos hacer autosuficientes, vamos a buscar eso, la autosuficiencia alimentaria.”
Posteriormente en el Plan Nacional de Desarrollo se planteó que México “…importa casi la mitad de los alimentos que consume…”. Por lo cual el gobierno mexicano se ha propuesto como uno de sus objetivos “… romper ese círculo vicioso entre postración del campo y dependencia alimentaria”.
Hasta ahí quedaba suficientemente claro que el núcleo fuerte del cambio estructural está y estaba en la participación con los estratos de productores que tienen como base la propiedad social, los campesinos e indígenas, que venían participando subsumidos marginalmente en las políticas neoliberales y reproduciéndose a contracorriente, desde por lo menos , de la última transformación a la fecha.
En estos dos años y a punto de empezar con el 2021, precisamente a la mitad del sexenio, acontecimientos como la crisis económica y el Covid no han favorecido el cambio estructural rural; se ha visto empañado por discusiones como los impactos de la crisis en las variables como el empleo, el ingreso, y los indicadores en el proceso de la recuperación, pero esos temas y otros se irán moviendo en la coyuntura y en la medida en que se supere la crisis, la gran interrogante será ¿qué está pasando y que pasará con los cambios profundos?.
URGE REESTRUCTURAR EL APARATO PRODUCTIVO
Por esa razón es necesario poner en el centro el impulso a la actividades productivas que contempla el cambio estructural rural, en tanto que ese cambio implica una reestructuración radical del aparato productivo que llevaría a potenciar la capacidad productiva de aquellos que no han sido contemplados en las políticas rurales, excepto marginalmente (como el campesinado), y desarrollaría, junto con ellos, la capacidad de su reproducción y la de sus familias.
En ese contexto las políticas sociales tan criticadas por los adversarios de la 4T quedarían ubicadas en otro plano en tanto que la capacidad de reproducción de las familias rurales no dependerá de ellas, sino de su propia capacidad de reproducción material vía la producción de alimentos para el pueblo de México y más allá.
Las políticas sociales rurales son compatibles en los actuales momentos de crisis donde lo que se busca es superar la vulnerabilidad de los que menos tienen, y dada la estrategia de romper con la dependencia alimentaria, levantar la soberanía (como lo planteó AMLO) y la autosuficiencia alimentaria como se propone en el Plan Nacional de Desarrollo, eso sería lograr un profundo cambio estructural.
Este cambio que se puede construir en la 4T dista mucho de ser un discurso al viejo estilo de “incluir” a los “abandonados”; es necesario voltear la mirada a los sujetos históricos campesinos que marginales de las políticas agropecuarias, han sabido mantenerse en sus territorios produciendo y reproduciéndose aún en contra del gran capital, de la desposesión, el desprecio, racismo y la violencia.
SIN CONTUDENCIA, PLAN SECTORIAL DE LA SADER
El eslabón más débil en la construcción de lo que identificamos como un cambio estructural rural, se observa en el Plan Sectorial de la Sader 2020- 2024 donde no se percibe ese cambio con la contundencia que sí aparece en la narrativa de AMLO y en el Plan Nacional de Desarrollo.
Es entonces, cuando podemos preguntarnos por qué aun en el Plan sectorial no toma cuerpo (aunque sí hay avances, en cuanto a ese cambio estructural rural) en sus características más decisivas. Por ejemplo, 1.- No se hace referencia al tema de la soberanía; 2.- Al momento de definir metas al final del sexenio (en cuanto a la superación de la dependencia alimentaria) hay ausencias notables en relación a la producción de granos básicos, al incluirse sólo algunos de ellos.
Pero un ángulo decisivo para un verdadero cambio es al momento de pensar en los sujetos de ese cambio ¿Cómo habría una nueva política con los mismos sujetos privilegiados de siempre?
En el Plan Sectorial de la Sader, no se contempla a las pequeñas y medianas agriculturas (que constituyen el 90% de los productores) como el centro para el logro de un cambio estructural; no se visualizan como sujetos históricos, capaces de construir grandes proyectos como quedó demostrado desde el movimiento de E. Zapata (si acaso aparecen como objetos, como población objetivo de programas). Ello exige la recuperación de un horizonte histórico, de un horizonte de época, para la creación de un modelo de desarrollo alternativo(al neoliberalismo) con campesinos.
(*) Economista y Doctor por la Universidad de Chapingo, especialista en temas agrícolas.
