Insomnio

Insomnio

 

Todos los gatos salen por la noche.

Y no es por la oscuridad,

sino porque los humanos duermen.

Entonces, en medio de los ruidos nocturnos,

cobijados por las nieblas y las sombras,

surgen.

 

Salen de todos lados.

Salen de las azoteas, que son su nocturno imperio.

Salen de las fabricas, que están muertas por la noche.

Salen de las alcantarillas, albergue de lo malo.

Y sí, también de los panteones.

 

No hay ciudad que no se rinda por la noche,

Y, por unas cuantas horas,

ellos son los verdaderos dueños.

 

Yo conozco un gato.

Uno en particular,

que me ha mostrado la verdad.

Lo conocí una noche, en que él así lo quería.

Rondaba por los techos de mi casa.

Me obligaba a despertar con sus ruidos y arañazos.

Desde entonces me reta. Y sólo hasta que lo miro, calla.

Se queda inerme como efigie.

Y graba en el fondo de mis ojos

sus pupilas rojas.

Ahora, todas las noches lo observo.

Y él también me observa, y siempre,

siempre, me gana la batalla.

Con sus ojos intensos y diabólicos me mira.

me mira…

Me mira y me recorre.

Sé que me acecha.

Y luego, burlón y siniestro emite su maullido.

Y su lamento, lo juro, toma forma de escorpión.

Se mete por mi cuerpo, acomodándose en mi espina.

Entonces, el terror me ataca.

Siento al gato retorciéndose en mi cuerpo.

Y yo mismo me retuerzo por la cama,

sudando y llorando hasta que me aniquila el sueño.

Ya no quiero más dormir. Porque cuando lo hago,

él me acompaña.

Se mete por mis sueños.

Y ahí, es más perverso.

Me ataca con sus uñas y sus dientes,

y se roba la carne de mi cuerpo.

Así, hasta que me hace sentir el viento frío

destemplar mis huesos.

Sé que ya no dormiré.

Ya conozco la verdad.

Sé que sólo está esperando.

Esperando por mi muerte…

y la de todos los demás.

Entonces, por fin, todo le

pertenecerá.

 

 

© Ernesto Masso (Autor)

© Ignacio Fuentes (Ilustraciones)

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