Movimientos Sociales en México y el Dilema del Odio de la Democracia

La interpretación del concepto democrático se ha polarizado en nuestro país

Los movimientos campesinos, de la educación, ambientalistas y los movimientos feministas entre otros muchos, que en las últimas décadas han estado presentes como reflejo de la participación popular; han sido denunciados como todo lo indeseable que “perturba el orden”. En ese contexto, la democracia como poder del pueblo, solo puede ser entendida como acción, lucha o movimiento, causando molestia a las oligarquías, y precisamente eso es lo que está en juego en los procesos actuales en México

  La Carta Robada

Por Emilio López Gámez (*)
Especial para Cananea TV

  Jacques Ranciere en su libro Odio a la democracia plantea precisamente un tema que se viene analizando con fuerza desde principios del 2000. Ese odio a la democracia, en el devenir de la democracia y los movimientos sociales, es un odio que cuestiona al pueblo; es la denuncia, por los que detentan el poder, “por un exceso de democracia”; lo que se cuestiona es la democracia como el reinado de los deseos ilimitados de los individuos en la sociedad moderna de masas; por ende es denunciada como causa de todo lo indeseable que perturba el orden. Gobiernos que se autodefinen democráticos en realidad resultan oligárquicos.

Dentro del marco del análisis del odio a la democracia, la “crisis” de la democracia está asociado a “…un aumento irrefrenable de demandas que presionan a los gobiernos, debilitan la autoridad y vuelven a individuos y grupos reacios a la disciplina”. De esta manera, los “excesos” de una vida democrática llegan a ser aprehendidos como una amenaza para el “buen gobierno democrático”. Se abre así el espacio que explica la guerra por la democracia.

El exceso de la participación popular en la vida pública significa (desde la perspectiva oligárquica) la ruina del gobierno “democrático” y por lo tanto debe ser reprimido por éste. Estas interpretaciones no parecen muy alejadas de la situación actual mexicana al analizar los movimientos sociales y la “guerra” por la democracia.

Cuestionada la función de los órganos electorales

En el marco de las actuales reformas que por ejemplo tienen que ver con los procesos electorales, las estructuras económicas y políticas neoliberales defienden la “democracia” (ahí están tribunales, institutos “autónomos”, entre otros) pero igual defienden la democracia los que buscan un cambio de régimen. Es en los primeros en los que observamos ese “odio a la democracia”

El movimiento campesino, el movimiento de la educación, ambientalistas y movimientos feministas entre otros muchos, en las últimas ´décadas han estado presentes en esa ampliación de la participación popular; han sido denunciados como todo lo indeseable que “perturba el orden”. En ese contexto la democracia como poder del pueblo solo puede ser entendida como acción, lucha o movimiento. Eso es lo que molesta a las oligarquías, y eso es lo que está en juego en los procesos actuales en México.

TRAS UN NUEVO RÉGIMEN POLÍTICO

Detrás de la guerra actual por la democracia en México están los movimientos armados de los grupos urbanos y campesinos de las últimas décadas; la lucha de clases, las heroicas batallas de la clase obrera mexicana; de los movimientos populares, de los educadores, y luego caracterizados como movimientos en época más reciente, el movimiento indígena, todos los movimientos de la diversidad. Ahí está el aumento irrefrenable de demandas que presionan a los gobiernos, que exigen cambios profundos que tendrían que llevar a un nuevo régimen político.

Ese odio a la democracia (porque “debilita la autoridad”, porque es causa de lo indeseable que “perturba el orden”) si lo observamos desde el enfoque neoliberal y sus defensores que están en todos los aparatos e instituciones creadas en México en las últimas décadas, que respiran, viven y se reproducen del régimen que hoy está siendo cuestionado, lo reformulan todos los días.

EL TEMOR CAPITALISTA A LA DEMOCRACIA DE LA MULTITUD

 Si atendemos el mensaje de Ranciere por restituir  el valor de la democracia, lo que refleja ese odio, por parte del pensamiento neoliberal, es el temor a la potencia de la democracia; se rechaza esa democracia que se aleja de un tipo de sociedad de libre mercado capitalista; no están dispuestos a soportar una democracia de la multitud (por ejemplo, la que votó por un cambio en el 2018); de los que no tienen títulos para gobernar,  que no detentan riqueza y no forman parte de los sabios y los expertos.

En el libre mercado, en nombre de la “profundización de la democracia” los regímenes, hasta por lo menos el 2018, han privatizado los servicios públicos  y orientaron las energías del Estado no hacia la redistribución social de la riqueza, sino hacia la super-explotación del trabajo, de tal suerte que esa democracia, así entendida en el neoliberalismo, sucumbe frente a los imperativos de la pospolítica de acuerdo al filósofo  Zizek, dejando de lado la soberanía popular, y antes que remitir a una discusión pública, reducen la “democracia” a una serie de “… problemas técnicos resueltos por expertos. Son grupos de economistas, empresarios y tecnócratas los que toman las decisiones que afectan a la vida de millones de personas, sin que estás puedan participar en una discusión al respecto”.

La fuerza de las mayorías

Durante décadas mientras unos peleaban por la democracia, los que hoy se oponen a un cambio de régimen, defienden la estructura electoral oligarca. La experiencia latinoamericana desde comienzos del siglo XXI muestra, a pesar del odio contra la democracia (contra el pueblo), que se logró desafiar a la hegemonía neoliberal.  Ese es el camino en México. La democracia, aunque dicen defenderla, desde la perspectiva del libre mercado, resulta peligrosa para la oligarquía, porque va contra las jerarquías sociales establecidas.

El autoritarismo, ha sido un concepto para definir lo contrario a la democracia, pero las propiedades que ayer se atribuían al autoritarismo, ahora por la ideología liberal, ante el cambio de régimen político en México, en los hechos, se lo atribuyen a la democracia, que impulsa la 4T. En el fondo de su visión, esa sí, elitista, oligárquica y disfrazada de democracia, aquellas instituciones que durante décadas han servido para controlar a las masas, que se robaron cuantas elecciones pudieron y que aún desesperados quieren seguir controlando, dicen ser y se señalan, ahora, los garantes para el orden.

En el énfasis, del análisis del ángulo institucional de la democracia (administración de lo electoral, por ejemplo) Ranciere no se guarda nada, esas instituciones, señala, funcionan como dispositivos, no políticos, sino policiales. Sin perder eso de vista, estamos de acuerdo con otros autores que sostienen que la democracia debe ser pensada como un poder constituyente, la democracia puede ser pensada como un momento de constitución de lo social. Y no podrá reducirse al poder constituido.

(*) Doctor en Economía por la Universidad de Chapingo y experto en temas agrarios.

 

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