Cuando Ebrard era agredido en el PRD, por ser el favorito de AMLO
El ex Canciller no debe olvidar que en el 2006 también fue señalado de hacer uso de recursos públicos y ser el favorito de AMLO; pero los hechos demostraron que fue por su capacidad que superó con creces en la elección interna del PRD a Jesús Ortega y ganó por más de 30 puntos a Demetrio Sodi y Beatriz Paredes, el gobierno del entonces D.F; por ello, debe aceptar que ahora las adhesiones no le favorecen y no lanzar injustas acusaciones contra Claudia Sheinbaum pues debe mostrar madurez y oficio político en pro de la unidad en Morena
Por Juan E. Rubio Gualito @juanrubiog
Especial para Cananea TV
A últimas fechas, la “batalla” por seleccionar a la nueva Coordinadora o Coordinador de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación y quien posteriormente será la candidata o candidato por parte de la izquierda para la elección presidencial de 2024, ha tomado tintes que han ido de la vehemencia a declaraciones que tienden a ser violentas.
Algunos partidarios de Marcelo Ebrard, muchos ocultos en cuentas “anónimas” ó utilizando pseudónimos en X (antes Twitter), han trazado por meses una campaña de desprestigio en contra de la Dra. Claudia Sheinbaum, operación que a últimas fechas permeó a muchos diputados, senadores y figuras políticas (muchas de las que, cabe mencionar, nadaban a últimas fechas en el ostracismo político), como la Senadora Malu Micher, o los diputados federales Emmanuel Reyes, Salma Luévano, Ángel Domínguez, Manuel Carrillo, Inés Parra, Selene Ávila y hasta el diputado “verde” Javier López Casarín, realizando declaraciones y actos que rayan en el odio.
Dentro del movimiento (entiéndase MORENA, PT, Partido Verde y organizaciones afines en general) hacemos un fraternal llamado a Marcelo Ebrard y su equipo a la prudencia, ya que todos entendemos que “la pureza política” de la que dicen, adolece el proceso, nunca ha sido característica de su líder, aseveraciones que su servidor realiza con base en datos de la historia reciente:
En 2005, había cinco precandidatos a Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal: Marco Rascón, Pablo Gómez, Armando Quintero, Jesús Ortega y Marcelo Ebrard, aunque era claro que la contienda se decantó en dos: Ebrard y Ortega.
En aquellos momentos existieron voces dentro del perredismo, entre ellas Cuauhtémoc Cárdenas, que lanzaron en noviembre de 2005 acusaciones graves contra el propio Marcelo Ebrard, a quien reclamaron “no ser de izquierda”; ser “salinista” y…adivinen, ser impuesto por Andres Manuel López Obrador.
Para entonces, el panismo capitalino dirigido por Carlos Gelista, decía lo mismo; obviamente, en aquel entonces existía un encono (nunca por principios) entre el PRI y el PAN, ahora sabemos que las diferencias nunca existieron.
El peor caso de necedad fue del entonces senador perredista Demetrio Sodi (de un pasado y presente muy, pero muy oscuro), quien en una actitud de que “ya le tocaba a él” -no les suena-, renunció al PRD y huyó al PAN, partido que lo hizo candidato, seguro de que podía ganar la jefatura de gobierno en 2006.
Al final pasó lo obvio: en la contienda interna del PRD, el 4 de diciembre de 2005, Ebrard arrasó con el 61% de los votos, por el 39% del grisáceo Ortega, quien tenía control total del PRD. Triunfo que el ex Canciller logró a pesar del control que “los chuchos” imponían sobre la estructura partidaria, al grado que Ebrard desconfió incluso de la impresión de boletas.
Con todo y todo, Ebrard no sólo le ganó a Ortega, sino que lo aplastó; pese a las ventajas que le daba la entonces Comisión de Elecciones del PRD y ser la gente de su corriente la totalidad de miembros que la integraban.
La prensa opositora de aquel momento y aún algunos chuchistas y cardenistas, persistieron acusando que Ebrard era “imposición de AMLO”.
Obviamente eso era falso: Marcelo Ebrard ganó con justeza aunque le imputaron también tener “el arrastre de López”, el uso de recursos públicos para la precampaña, el haber utilizado a los trabajadores de Unidad de Participación Ciudadana y de las entonces Educadoras de Adulto Mayor (hoy visitadoras de Instituto del Envejecimiento Digno de la Ciudad de México) como “operadores” en la asistencia de “acarreados” a los pocos eventos públicos que se efectuaros y demás mentiras.
Pero en 2006, como era de esperarse, Ebrard arrasó como candidato a Jefe de Gobierno, con 46% de votos, por 27% de Sodi y 21% de Beatriz Paredes, del PRI.
Lo que queda como reflexión de aquel proceso fue que tanto Ortega como Sodi tenían algo en común: se sentían capaces de ganar y pensaban que el atributo de Ebrard era “ser favorito de Andres Manuel” y tener la “cargada” a su favor. Pero la realidad fue que Marcelo Ebrard los aplastó a los dos por 20 puntos… PUES PORQUE EBRARD ERA GENUINAMENTE EL ASPIRANTE MÁS FUERTE.
Hoy sabemos que ni Sodi ni Ortega son políticos serios. El primero un tipo ambicioso hoy en el ostracismo; el segundo un porro que llevó el PRD a tener 1% de intención de voto, la perdida del registro en la mayoría de las entidades y la muy probable desaparición ante la inminente derrota nacional en las elecciones federales de 2024. Como figuras públicas no valen nada. ¿Por qué se sentían tan competitivos ante Ebrard sin serlo?
Irónicamente, Ebrard hoy hace acusaciones injustas contra su compañera Claudia Sheinbaum, quien aparece como puntera en las encuestas en su contienda interna de cara a la elección de la Coordinación Nacional de los Comités de Defensa de Cuarta Transformación que dará pasó al inminente candidato o candidata para la elección federal en 2024. Una reedición de las acusaciones muy similares a las que Ortega y Sodi le imputaron a él, también injustamente, en el entonces Distrito Federal en 2006, ahora las se repiten en contra de la ex Jefa de Gobierno.
En lo personal estimo que 2006 debió dejar a Marcelo la lección de que la gente no es mangoneable, ni “perrito de Pavlov”. ¿Por qué no aceptar que si va abajo en las encuestas es porque la gente simpatiza más con otro aspirante?
Ebrard tiene fuerza por sí mismo y una trayectoria importante. Fue un buen Jefe de Gobierno y un gran Canciller. En eso es diferente a los microbios grisáceos de Ortega y Sodi.
Pero si esa fuerza es menor a la de otra compañera o compañero del propio movimiento, debe asumirlo, no acusar. Hoy Marcelo insinúa hacer lo que en su momento le hicieron a él unos seres minúsculos, que en sí mismos nunca representaron nada y que en las urnas demostraron no ser nadie.
Ya en 2017, el caso de la obcecación de Ricardo Monreal por ser candidato demostró que esa es una actitud equivocada: Claudia Sheinbaum le ganó bien y hoy Monreal representa muy poco al interior del movimiento. El precio que pagó por mostrar esa iniquidad fue muy alto.
La encuesta que defina las cosas aún no se realiza y es deseable que todos asuman los resultados y el acuerdo. A diferencia de Ortega o Sodi, Ebrard sí es un político de valía, que, en caso de no ganar la encuesta, haría un buen papel en el encargo que resultara.
Los costos de romper serían altos no sólo para él, sino para el grupo de legisladores y funcionarios que le son incondicionales (mismos que cabe mencionar, cada día son menos). Infiero nuevamente, lo sabe: la ruptura de Sodi con el PRD en 2005 y la clara derrota de éste en 2006 están ahí como enseñanza.
Y ni Ebrard merece el ostracismo, ni el movimiento merece una obcecación parecida.
Ojalá impere la unidad.
Juan E. Rubio Gualito
@juanrubiog