El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), alerta que 42 millones de personas luchan en el continente por llevarse un pan a la boca; en México se busca que a través de los precios de garantía para el maíz, frijol, arroz y leche, se recobre la autosuficiencia alimentaria, perdida en los gobiernos neoliberales
Por Griselda Lozada
Especial de Cananea TV
A pesar de los avances tecnológicos, el desarrollo y ganancias de las multinacionales, hay millones de seres humanos en el planeta que luchan día a día por llevarse un pan a la boca. El hambre es uno de los flagelos del siglo XXI que debe ser combatido en los países más pobres con el apoyo de las grandes potencias.
De acuerdo a un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), sobre Seguridad Alimentaria en América Latina y El Caribe, el costo de la erradicación del hambre a nivel global para el 2030 podría aumentar el Producto Interno Bruto mundial en 276 mil millones de dólares.
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, revela que de los 42.5 millones de personas que luchan contra el hambre en América Latina y el Caribe, el 90 por ciento, es decir, casi 39 millones experimenta una inseguridad alimentaria severa.
De ahí, que el BID proponga que para reducir el hambre se requiere de una estrategia de coordinación multisectorial e interinstitucional entre comunidades, gobiernos locales, instituciones académicas, agencias gubernamentales y sociedad civil.
“El Banco Interamericano de Desarrollo está fomentando un enfoque multisectorial que concibe el concepto de seguridad alimentaria no solo desde la perspectiva de la oferta de alimentos sino también desde la demanda, considerando el estado nutricional de la población”, señala el organismo.
Además, destaca que el enfoque de los sistemas alimentarios abarca todas las actividades que influyen directamente o indirectamente en los procesos de siembra, cosecha, procesamiento, empaque, transporte, distribución, mercadeo, comercio, consumo y eliminación de desechos.
De acuerdo a este análisis, los países que presentaron entre el 2014 y 2016 una prevalencia de desnutrición por encima del promedio regional son: Haití con el 47 por ciento; Bolivia, con el 20 por ciento; Nicaragua con el 17 por ciento; Guatemala con el 15.6 por ciento; Honduras con el 15 por ciento; República Dominicana con el 13.5; El Salvador; Ecuador y Paraguay con el 12 por ciento.
Mientras que México, Brasil, Chile y Costa Rica tuvieron tasas del 5 por ciento, promedio.
LOS DESAFÍOS ALIMENTARIOS
Estimaciones del BID, indican que aunque América Latina y El Caribe (ALC) alcanzaron el objetivo de desarrollo del Milenio de reducir el hambre, gracias a los países de Sudamérica, entre el periodo de 2014 al 2016, la población que vive en pobreza aumentó en 9 millones de personas.
Resaltó que en la última década ALC sigue experimentando serios desafíos para la seguridad alimentaria, como lo son: Mantener y fortalecer una oferta adecuada de alimentos, sin amenazar los recursos naturales; mejorar el acceso a la alimentación generando mecanismos que aumenten los ingresos de los grupos vulnerables; mejorar los resultados nutricionales, reduciendo la triple carga de malnutrición y reducir la vulnerabilidad de los sistemas alimentarios a las crisis de precios, al cambio climático y desastres naturales.
Por ello, la disponibilidad de alimentos juega un rol fundamental. El objetivo es “Mantener una oferta adecuada es esencial para garantizar el acceso a la seguridad alimentaria”, dice el BID.
RETOS DE MÉXICO
En el caso de México, recordemos que al inicio de la administración del Presidente López Obrador se anunció que uno de los objetivos es reducir la dependencia de la importación de maíz, frijol, arroz y trigo harinero; además de brindar atención a la población más pobre y a los pequeños productores apoyarlos con tecnología, fertilizantes y precios de garantía, con el propósito de acercarles la canasta básica, la tecnología y fertilizantes, a través de la cadena de suministro, SEGALMEX (Seguridad Alimentaria Mexicana)
En nuestro país la producción agrícola sigue dependiendo de las importaciones, afectando con ello a la población de menores recursos para acceder a los alimentos.
“Los niveles de apoyo al productor a través de los mecanismos de protección de precios de mercado es una medida ampliamente utilizada, sin embargo, estos mecanismos elevan los precios internacionales, a través de cuotas de importación, aranceles, impuestos y otras medidas no arancelarias, lo cual implica que los consumidores terminen pagando precios más altos”, precisa el BID.
De ahí que recomiende a los países de América Latina y El Caribe un enfoque multidimensional de la Seguridad Alimentaria con un alto nivel de coordinación interinstitucional; a fin de que los esfuerzos se complementen con una legislación específica y una evaluación rigorosa para medir la efectividad de esas intervenciones.
En la actualidad, las familias de ALC gastan el 25 por ciento de sus ingresos en alimentos. Sin embargo, Brasil es el país que asigna la participación más baja de ingresos a la compra de alimentos con el 20 por ciento, seguido de Chile con el 22.5 y Uruguay con el 25 por ciento.
Mientras que en países como Canadá y los Estados Unidos, la población destina menos del 10 por ciento de sus ingresos en alimentos.
Por lo que el desafío más importante para la ALC es superar la desnutrición, el déficit de micronutrientes y la obesidad de su población, ya que esta triple carga de malnutrición crea importantes pérdidas económicas y sociales; además de representar una carga financiera para los sistemas de salud.
LOS MALES DEL SIGLO XXI
En los últimos 29 años, la ingesta calórica en ALC aumentó un 12 por ciento, gracias a la expansión de alimentos procesados. De ahí que, el 58 por ciento de la población que habita en esta región presente sobrepeso; es decir, 360 millones de personas.
Los países más afectados con este problema son: Bahamas con el 69 por ciento, México con el 64 por ciento y Chile con el 63. Además, el 7 por ciento de los niños menores de 5 años tienen sobrepeso.
En ALC 18 países han implementado programas específicos para proporcionar micronutrientes en la población; sin embargo 13 naciones reconocen a las deficiencias de micronutrientes como un peligro para la salud pública; aunado a la tasa de sobrepeso y obesidad.
Pero ¿Cómo mantener una oferta sostenible de alimentos que ayude hacer frente a la pobreza alimentaria y a la desnutrición de la población?
URGE UNA AGRICULTURA SOSTENIBLE
Para alcanzar este fin, el estudio de Seguridad Alimentaria del Banco Interamericano de Desarrollo recomienda a los países promover la agricultura sostenible, a fin de aumentar la producción de alimentos y la productividad para responder al crecimiento de la población y la demanda de los consumidores; disminuir las pérdidas de alimentos, reducir la brecha de género, ya que las mujeres representan un papel clave en la disponibilidad de alimentos, con el 43 por ciento de la fuerza laboral en el sector en los países en desarrollo y el 21 por ciento en ALC.
La FAO estima que alrededor de un tercio de alimentos producidos en el mundo, mil 300 millones de tonelada se pierden antes del consumo.
Algunas otras estimaciones muestran que anualmente se desperdician 127 millones de toneladas de alimentos. Alrededor del 85 por ciento de este total se desaprovechan entre la producción y la venta en el mercado; mientras que el resto se debe a la mala utilización por parte de los consumidores.
Los grupos con mayores pérdidas son los cereales, seguidos por las frutas y verduras.
De igual manera, el estudio del BID propone a los países de ALC promover medidas de adaptación al cambio climático y manejo de desastres naturales; mejorar el acceso a la infraestructura pública, ya que al reducirse los costos de traslado carretero desde el lugar de la cosecha al punto de consumo mejora los precios de los alimentos.
Un estudio reciente de las cadenas agrícolas en Centroamérica muestra que entre el 29 y 48 por ciento de los precios de las importaciones de cereales proviene de los costos logísticos. Por lo que invertir en infraestructura de carreteras y logística contribuye a reducir los costos de transacción y transporte de los alimentos.
Otra de las recomendaciones que hace el BID es incrementar el Comercio Internacional, ya que desempeña un papel crucial en la seguridad alimentaria, sobretodo, en regiones donde la producción se ve limitada por la falta de acceso a los recursos productivos, la tierra y los trabajadores.
Sin embargo, advierte que las políticas de autosuficiencia pueden ir en contra de la seguridad alimentaria, cuando se traduce en una producción ineficiente y costosa; así como en un menor acceso a los alimentos debido a los precios internos más altos.
Por lo que es importante mejorar la integración de los agricultores a los mercados y a las cadenas de valor globales, no solo para facilitar la comercialización y mejorar la disponibilidad de alimentos, sino también para acceder a insumos de calidad y tecnologías de punta.
Ante este panorama, el BID plantea que para aumentar los recursos para la adquisición de alimentos por parte de los hogares, los gobiernos deben diseñar programas agropecuarios que aumenten la productividad y los ingresos de las zonas rurales.
Además de implementar intervenciones agropecuarias sensibles a la nutrición; la cual incluya la promoción de cultivos ricos en nutrientes o biofortificados, huertas caseras y diversificación de cultivos que incluyan frutas, vegetales, acuicultura y ganado pequeño para mejorar los indicadores nutricionales de los hogares.
EL RETO PARA MÉXICO, AUTOSUFICIENCIA ALIMENTARIA
Con todo lo anterior, es evidente que para México el reto será fortalecer la pequeña unidad de producción y la autosuficiencia alimentaria por lo que esperemos que con los apoyos directos al campo se active la economía de las familias rurales y se deje de importar la mitad de los alimentos que consumimos.
Actualmente, el gobierno federal dice se ha propuesto romper con el círculo vicioso entre postración del campo y la dependencia alimentaria, por lo que desde el arranque de la administración puso en marcha el Programa Producción para el Bienestar, que contempla un apoyo a productores de pequeña y mediana escala de mil 600 pesos por hectárea a parcelas de hasta 5 hectáreas y de mil pesos para parcelas entre 5 y 20 hectáreas.
Con lo que se busca alcanzar una meta de 2.8 millones de productores beneficiarios; además de establecer precios de garantías para los cultivos de maíz, frijol, arroz y leche; y la distribución de fertilizantes.
Al respecto, Víctor Suárez Carrera, subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) afirmó que la autosuficiencia alimentaria en productos básicos para la población es un propósito a mediano plazo perfectamente alcanzable.
Por lo que en el caso del maíz, la aspiración es elevar la producción nacional de los actuales 24 millones de toneladas a 40 millones anuales, lo que representa incrementar el rendimiento promedio, de tres a cinco toneladas por hectárea y con ello quitar a México el liderazgo mundial que tiene como importador de este grano.
Sin embargo, bajo la óptica del BID, a pesar de los esfuerzos por abordar los desafíos de la seguridad alimentaria a través de la legislación y la coordinación intersectorial, todavía se necesitan evaluaciones rigurosas para medir la efectividad de esas intervenciones.