El dragón cósmico

El dragón cósmico

Había una vez un hombre, tal vez un niño, que escribió un cuento para ser leído antes de dormir y así ayudar a conciliar el sueño.    Esto es lo que resultó:

Había una vez un planeta al que llamaban tierra en el que la vida transcurría con normalidad, hasta que un mal día una puerta interdimensional se abrió y apareció, cerca del sistema solar, un dragón. Este dragón no arrojaba fuego, pues dentro de su hocico había un agujero negro. sí, todo hocico tiene un agujero negro, pero éste era un agujero negro cósmico, de los que giran en el espacio y devoran lo que se acerca a ellos. Así que el dragón, que entendía muy bien su razón de ser, no bien apareció, comenzó con su tarea y devoró los planetas exteriores. luego se detuvo unos instantes frente a la tierra pues notó que ahí había vida. Reflexionó, y al fin dijo: “who cares” (el dragón hablaba inglés). Quiso tomar aire, pero no pudo porque en el espacio no hay aire así que, sin más trámite, comenzó a engullir bosques y océanos, luego, se comió a los animales, se tragó los sueños de los hombres, los televisores y las guitarras. Devoró los poemas, las canciones y a los hippies que quedaban, se comió el mundial de futbol, la serie mundial de béisbol y la champions, devoró la estación espacial, se zampó las metáforas, parábolas y elipsis de los filósofos. Se embuchacó a bill gates y a carlos slim y se atiborró con un millón de millones de millones de millones de dólares, se tragó la envidia, la perfidia el amor y la vanidad, después se comió terminator 1, 2 y 3 y, como se tragó también el pasado, el presente y el futuro, se zampó a los simpsons temporada 127. A continuación, se comió a jane fonda, lástima. y luego devoró la tierra de la tierra.

Cuando ya no había planeta, se comió al sol y al voyager 1 y 2, luego siguió con todo lo que había en el universo: neutrones, protones, neutrinos, quasares, pulsares, supernovas, súper cuerdas, partículas de dios, entre paréntesis bosones de higgs y, finalmente, se tragó a dios enterito.

ay, luego de tanta y tan variada comida, su vientre era tan grande como un universo entero. Y de ese tamaño era la indigestión que lo fastidiaba. Intentó entonces eructar, pero no pudo porque en su hocico estaba el agujero negro y es bien sabido que nada puede salir de ahí. Entonces, cuando sólo quedaba él, y como estamos hablando de un ser insaciable, procedió a devorarse a sí mismo, comenzando por sus enormes patas y subiendo por su cuerpo hasta que sólo quedó el agujero negro girando inútilmente.

Ante el agotamiento del menú, el agujero negro heredero de su portador en su carácter de insaciable, optó por comer lo único disponible y, arremolinándose violentamente, el agujero se comió a sí mismo y desapareció como todo lo demás, dejando el lugar vacío. Sin tiempo ni espacio, ni mente ni corazón. Quizá de ahí sólo se desprendió, como una ilusoria fumarola, nada más que una leyenda, un cuento, una historia.

 

Fin

 

 

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Hasta ahí llegó el relato del hombre que tal vez era un niño. El que, sin embargo, no resultó en cuento tranquilizador, sino que produjo el efecto contrario. Lo que ocurrió fue que nunca pudo conciliar el sueño. Vivió por siempre pendiente de los avances científicos esperando que lograsen encontrar a tiempo los portales entre dimensiones para luego colocar ahí una tranca de madera y así nada podría entrar a nuestro espacio.

El hombre, que posiblemente era un niño, ahora pensaba que hay universos donde ocurre cada cosa… que lo mejor es cuidarse las espaldas. De ahí en adelante, además de pasar las noches en vela atisbando en la oscuridad, terminó sintiéndose un mal escritor pues su historia no cumplió con su fin.

Fin

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Por cierto, creo que yo soy un hombre de esos que posiblemente son niños.

¿ahora si ponemos fin?

Ok.

Fin

 

© Ernesto Masso

© Ignacio Fuentes (Ilustraciones)
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