El Cuerpo Femenino: Historia de Represión y Lucha por su Control

Las luchas feministas de principios del siglo XX se concentraron en el derecho al voto para la mujer y, sin proponérselo, dejaron de lado otros frentes como el derecho a  decidir libremente sobre su sexualidad y su cuerpo

 

Por Olivia Gómez Lezama (*)

Especial para Cananea TV

El derecho de toda persona a ejercer su sexualidad libremente, de manera informada y responsable, así como a decidir el número de hijos y su esparcimiento constituye uno de los derechos fundamentales reconocidos por el conjunto de las naciones.

De acuerdo con la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, adoptada por México el 18 de diciembre de 1979 y publicada en el Diario Oficial de la Federación el 12 de mayo de 1981, los derechos sexuales y reproductivos “incluyen el derecho a decidir de manera autónoma cómo vivir la sexualidad y reproducción propias, y el derecho a acceder a todos los servicios de salud que se requieran para ejecutar estas decisiones de manera segura y oportuna ” (Bonifaz Alonso, Leticia 2017:84).

Un par de años antes, el 31 de diciembre de 1974, se había publicado en el Diario Oficial de la Federación la reforma a nuestra Carta Magna que incorporaba en su artículo 4 los derechos sexuales y reproductivos en el que también se establece la igualdad ante la ley entre la mujer y el hombre. Como podemos observar estos derechos son de reciente creación si tomamos en cuenta que tan sólo distan cinco décadas de que comenzó a llamarse la atención por parte de los Estados sobre este tema.

Las luchas feministas de principios del siglo XX se habían concentrado en conseguir el derecho al voto para la mujer (a votar y ser votada); es decir, poder elegir a los gobernantes y a ser postulada como candidata para ocupar un cargo de elección popular. Tal vez sin proponérselo dejaron de lado otras luchas de las mujeres como el derecho a decidir libremente sobre su cuerpo y sexualidad.

La lucha de las sufragistas fue limitada

Esta tarea que había quedado pendiente la llevaron a cabo otras generaciones de mujeres que formaron parte de lo que se conoce como “neofeminismo”, es decir, una ola de nuevas feministas que de esta manera se distinguían de las “sufragistas”, que pertenecían a la generación que luchó por conseguir el voto a la mujer y que en México se concretó en 1953.

En ese sentido, podríamos decir que fueron sus hijas y nietas quienes le dieron continuidad a sus luchas feministas, pero ahora enfocadas en otros ámbitos igual de importantes.

Para la década siguiente, los sesentas, la juventud, incluyendo a las mujeres, vivieron cambios sustanciales en comparación con las generaciones anteriores. Gracias al modelo de “desarrollo estabilizador” implementado en México entre 1954 y 1970, éstas nuevas pudieron gozar de mayores beneficios como un mayor acceso a la educación superior.

Las mujeres en el 68 fueron aisladas de las decisiones

Este cambio también se dio a nivel mundial, pues las generaciones que nacieron después de la Segunda Guerra Mundial también vieron incrementados sus niveles de vida y el consumo, y la expansión de los medios masivos de comunicación (Lau, 2011).

Todo ello contribuyó a que se diera una revolución contracultural de los jóvenes en la que las mujeres jugaron un papel de suma importancia, pues buscaron modificar los valores sociales que hasta entonces pervivían y que atentaban contra la dignidad de la mujer.

Este ánimo revolucionario cultural se expresaba en el lema hippie que caracterizó aquella época de “amor y paz” y en los movimientos en los que la juventud cuestionó el statu quo y a los gobiernos prevalecientes. Teniendo por respuesta la represión y la censura como ocurrió en los 68’s en Checoslovaquia con la “Primavera de Praga en la que los jóvenes promulgaban un “socialismo con rostro humano”, que respetara la libertad de expresión, reunión, opinión, etcétera.

Durante el “mayo francés” los jóvenes y el movimiento obrero de aquél país fueron reprimidos; y el movimiento estudiantil del 68 mexicano fue duramente reprimido también por el ejército. Por citar tan solo algunos ejemplos.

Sin embargo, durante el movimiento estudiantil, las mujeres no ocupaban papeles protagónicos de liderazgo; sino que se les seguía relegando en el desempeño de tareas que no eran visibles.

Esto ocurrió a pesar de que el movimiento era crítico y de izquierda, lo cual, hablaba de la necesidad de cambiar las conciencias, es decir, de producir cambios profundos en la concepción del rol femenino, ya que, se seguía reproduciendo el mismo modo de dividir las tareas como ocurría en las familias:

 

Si bien la participación numérica entre hombres y mujeres en el movimiento de 1968 fue similar, no sucedió lo mismo con la actuación y el liderazgo. A ellas se las relegó a labores de impresión y reparto de volantes; preparación de alimentos para quienes hacían guardias; y limpieza y mantenimiento de los locales donde se reunían los comités engrosaba las filas de las manifestaciones, daban apoyo y participaban como brigadistas, pero el poder de la palabra y la discusión lo tenían muy pocas, porque en realidad estaban marginadas (Lau, 2011:152).

 

Esta experiencia puso énfasis en el cuestionamiento de los roles femenino y masculino y abrió las puertas al ejercicio de nuevas prácticas sexuales y reproductivas, a lo cual, contribuyó la comercialización de las pastillas anticonceptivas.

De esta manera, se reivindicó la autonomía del cuerpo femenino y la liberalización de las costumbres “en varios lugares del mundo se iniciaron campañas para legislar sobre el divorcio, el derecho al aborto y la igualdad de salarios; por la no discriminación por razones de sexo y en contra de la violencia hacia las mujeres” (Lau, 2011:152).

Tocar o hablar de estos temas en las familias era una cuestión sumamente problemática ya que sus moldes obedecían a una manera de pensar y concebir a la mujer que se había construido desde hacía siglos durante la Edad Media y que se había trasladado al continente americano con la llegada de los españoles (Rosello, 2016).

En el siglo XII el matrimonio se estableció como un sacramento en forma de contrato entre los cónyuges con el propósito de construir alianzas entre los reinos europeos, pero también para regular la reproducción y “poner remedio a la lujuria. En ese entonces, se autorizaba el matrimonio a los 14 años para el varón y a los 12 para la mujer” (Meza etal., 2010:59).

Por la libre decisión sobre su cuerpo

Bajo esta concepción del matrimonio, en la mujer recaía la honra del hombre y de la familia, ya fuera la esposa, madre, hija o hermana. Por lo que, el varón debía “cuidar” y tener el control del cuerpo femenino para no ser deshonrado.

En consecuencia, si el hombre cometía adulterio no “afectaba la honra de la mujer engañada”, en cambio, si era cometido por la mujer cometía sacrilegio y el marido podía “tomar venganza y hacerse justicia por su propia mano matando a la mujer adúltera”. (Meza etal., 2010:59).

Verdaderamente, las mujeres de los años sesenta y setenta fueron unas heroínas al luchar por modificar estos moldes que le quitan a la mujer su calidad de ser humano, pues, dejan su valor y cuerpo en manos del varón más cercano y de una sociedad hegemonizada por los hombres.

Me gustaría afirmar que esto es cosa del pasado. No obstante, lamentablemente no es así y hoy en día aún podemos constatar que este pensamiento retrograda prevalece en la mentalidad de muchos hombres.

De ahí que ésta sea una de las causas de los miles de feminicidios que ocurren todos los días. Sin duda, debemos seguir luchando por acabar de eliminar esta concepción que no sólo afecta a las mujeres, sino a las familias con hijos con problemas emocionales y a la sociedad.

 

(*) Doctora en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto de Investigaciones, Dr. José Maria Luis Mora.

 

Bibliografía

 Bonitas Alfonzo, Leticia, (2017) La evolución de los derechos de las mujeres a partir de la Constitución de 1917, Suprema Corte de Justicia de la Nación: Comisión Organizadora del Poder Judicial de la Federación para los Festejos del Centenario, México.

Lau Jaiven, Ana (2011)  “Emergencia y trascendencia del neofeminismo”, en Gisela Espinoza Damián y Ana Lau Jaiven (coords.), Un fantasma recorre el siglo. Luchas feministas en México 1910-2010, Universidad Autónoma de México, El Colegio de la Frontera Sur/ Itaca, México.

Márquez Meza, Consuelo, y María Amalia Rubio Rubio, (comps.) (2010), Inventando el presente. De la expropiación del cuerpo a la construcción de la ciudadanía, Universidad Autónoma de Aguascalientes.

Roselló Soberón, Estela “El mundo femenino de las curanderas novohispanas”, en Alberto Baena Zapatero y Estela Roselló Soberón (coords)., Mujeres en la Nueva España, México, Instituto de Investigaciones Históricas- Universidad Nacional Autónoma de México.

 

 

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