6:43 – 7:02 a.m.
Por Ernesto Masso para CananeaTV
La borrasca ha llegado. Como siempre en este lugar, viene acompañada del mal. Grandes nubarrones de todos los grises y líneas negras, como circunvoluciones de un cerebro mal armado, nos anuncian la nueva turbulencia espiritual.
Hoy es noche de luchas. La terapia de choque se llevará a cabo en el viejo coliseo del fondo del infierno. Detrás de la mente despierta.
El doctor Dieter me acompañará para dar al paciente la mejor, peor, de las pesadillas. Dos volúmenes que pesan detrás de la nuca se revuelcan en el ring. Los espectadores son grandes gusanos babosos que se aligeran dejando tras de sí marcas de látigo en la piel.
Es sólo el subconsciente que ha llegado mal esta noche. Dieter y yo queremos acabar con el paciente lo más pronto posible.
Sabemos que es él a costa de nosotros. Así que Dieter lo envuelve en una mortaja disponiéndose a enterrarlo vivo. ¿Hay mejor terapia de choque que esta…?
El salitre de la tierra llega hasta sus labios. Polvo de cementerio…
Sobre los esqueletos llueven sapos y gusanos, y debajo de ellos, el antes dios yace enmohecido. Cielos negros, truenos, turbulencias, escorpiones y serpientes se apoderan de nosotros. Somos más escoria que los monstruos que habitamos.
El tiempo pasa, la hora de salir se acerca… ¿Podré encontrar mi casa…?
¿Estará todo como lo dejé…? Pero, ¿cómo lo deje…?
Anoche hubo tormenta… Hoy, una tibia lluvia baña el pavimento allá afuera… Detrás de los cristales espera poco por mí. Tal vez sólo una brizna de esperanza… De todos modos, soy un hombre, soy una ciudad, soy un pueblo.
Levitarán mis sábanas dejándome salir de entre los monstruos. Y sabré que los densos nubarrones que se alejan, llevan en su vientre, culebras y alacranes, venenos y estertores, hacia los habitantes del lugar donde la oscuridad impera. Ahí donde se encuentra la próxima víctima de Dieter (Hyde) y su colega, también yo.
Cuento: Nes Masso©
Ilustración: Ig Fonts©
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