Se derrumba la figura del belicoso mandatario
Algunos gobernantes hacen real lo que escribió Brecht; “disuelven” al pueblo y como mandatarios “eligen a otro pueblo”, acudiendo a estructuras parciales de la sociedad o campos de expresión de grupos de interés, con el objetivo de seguir desarrollando su idea de sociedad
La Carta Robada
Por Emilio López Gámez (*)
Especial para Cananea TV
(En memoria de Isidro Pedraza Chávez; UFIC)
Slavoj Zizek, autor del “Espinoso Sujeto, el centro ausente de la ontología política” pero también de una impresionante colección de obras en filosofía, comenta que B. Brecht, citó a un funcionario que dijo, a propósito del levantamiento de los trabajadores en la República democrática alemana en 1953, que el pueblo había perdido su fe en el gobierno. “¿no sería más fácil, por tanto – pregunta astutamente Brecht -disolver el pueblo y hacer que el gobierno eligiera a otro”?
Dice Zizek que habría que tomar en serio lo que dice Brecht, y bueno en parte, si vemos el proceso electoral actual de los Estados Unidos de Norteamérica, pero sobre todo, si observamos la actitud de Donald Trump nos damos cuenta de que esa idea que irónicamente presenta el poeta, de “disolver el pueblo” y hacer que el gobierno eligiera a otro, no parece estar muy lejos de nuestra realidad. Tanto en América Latina, como en los Estados Unidos de Norteamérica, es suficiente con observar las polémicas actitudes y formas de conducirse de algunos gobernantes.
LOS EVANGELIOS DE BOLSONARO
Podemos, por ejemplo, recordar las opiniones de Jair Bolsonaro que apuesta a los evangelios para imponerse en las elecciones, o que desprecia a diferentes grupos sociales que son parte de distintos campos o estructuras parciales de la sociedad, que tienen sus propias experiencias y símbolos.
Verdaderamente algunos gobernantes hacen real aquello que escribió Brecht “disuelven” al pueblo y como gobernantes “eligen a otro pueblo”, acudiendo a estructuras parciales de la sociedad o campos de expresión de grupos de interés, con el objetivo de seguir desarrollando su idea de sociedad. Los que no están con esos gobernantes (no son el pueblo “elegido”) son adversarios; representan otros símbolos (no llevan escapularios u otros objetos que expresen devoción); o son grupos como las mujeres que defienden el aborto, o las que luchan contra el feminicidio; o como los grupos de la comunidad LGBTTTI; también pueden ser defensores del agua o de la tierra, la biodiversidad o productores de alimentos.
El punto es que algo pasa con la democracia en América; se están dando varias rutas que es interesante analizar. Posiblemente eso tenga que ver con el desplome del poderío norteamericano, o con expresiones de las diferentes formas que se dan en la sociedad (tema muy estudiado, por todos lados, sobresaliendo los trabajos de Clemente Ruiz Durán, que analiza el rediseño del capitalismo). Y eso nos invita a poner la mirada no sólo en la democracia de los EUA o en Trump que parece sucumbe o se deja seducir a la experiencia de la América Latina en esos campos. En México hemos tenido personajes parecidos y bueno ahí está ahora Bolsonaro; otros, en Centro América, en la historia reciente. Pero no se trata sólo de personajes.
Es posible que, dadas las características del proceso electoral en los Estados Unidos, hemos llegado a un punto, en donde ya no vivimos en sociedades transparentes, si de política se trata, sino que la opacidad es constitutiva de la vida social moderna, donde cada gobernante decide que instituciones son válidas y cuáles no, sobre todo las electorales, lo cual es válido también para todas las instituciones. Nos estamos quedando presos en una trampa posmoderna de “todo se vale”, como matar afrodescendientes en las calles, reprimir colectivos de mujeres, despreciar a pueblos originarios, ignorar las voces de los adversarios ante la conducción de la economía y la política.
LA NEGACIÓN DE LA DEMOCRACIA
Sobre lo que pasa con la democracia tanto en los EUA, como en América Latina, el análisis de Cornelio Castoriadis es de gran ayuda. Para el autor, la democracia por definición no puede ser “representativa” sino que debe ser siempre directa, porque no habría nada que discutir si se trata de elegir a “representantes” que ya en el poder hacen regularmente lo que les viene en gana. La democracia representativa, de hecho sostendrá el autor, es negación de la democracia, es la gran mistificación política de los tiempos modernos.
Si la democracia liberal es una forma de gobierno que consiste en una democracia representativa, por lo cual la toma de decisiones políticas se sujeta al Estado de derecho, entonces estamos, dadas las condiciones, ante una ficción o como dice Castoriadis, una gran mistificación. En el fondo el capital encuadra bien con esa democracia y en esas condiciones el poder se reproduce ad infinitum.
Es posible que la crisis de esta democracia, mucho más allá de lo formal (procedimientos, acuerdos) tenga que ver con cambios en lo más profundo del sistema político, por ejemplo, la relación de la potentia (se refiere al poder que radica en la comunidad o en la sociedad) y las formas en que se expresa en la política. La potentia una vez depositada en los “representantes” (en la democracia liberal), estos diluyan ese poder o potentia y gobiernen sólo para algunos (sus bases, sus “clientes” dicen). En esas circunstancias, las instituciones no funcionan, no expresan la voluntad originaria de la sociedad (como un todo), y en cambio, favorecen la fragmentación (una de sus expresiones es la polarización, que está allá en el siglo pasado, pero también aquí ahora). Los siguientes pasos son la violencia, la represión, el racismo, el odio, la desigualdad, la opacidad, fenómenos, que pudiéramos decir, un poco a la Brecht, los “representantes”, los gobiernos, los “enfrentan” alimentándolos. Hay alternativas que luego veremos.
(*) Economista y Doctor por la Universidad de Chapingo, especialista en temas agrícolas
